CITY.- "Cierren las ventanas de sus habitaciones para que no se metan los monos. Créanme: es mejor verlos de lejos", advierte un empleado de The Palace, suntuoso hotel que se levanta dentro de los perímetros de Sun City, a 180 kilómetros de Johannesburgo. Tal vez sea uno de los pocos detalles -los monos- que no tiene nada de artificial ni de pretencioso en este audaz complejo.
Aunque fue ideado por el magnate sudafricano Sol Kerzner en 1979, el proyecto bien podría haber nacido de un brainstorming entre Steven Spielberg, Donald Trump y Walt Disney. Y contrariamente a lo que indica su nombre, esta suerte de oasis hecho a mano, con ruinas prefabricadas, gigantescas esculturas de animales y selvas bien podadas, no es ninguna ciudad, sino una colección de hoteles, casinos, centros de convenciones, canchas de tenis y campos de golf, todo en medio de la sabana africana.
Los que no están interesados ni en el casino ni en el golf (vale aclarar que las canchas, diseñadas por el renombrado Gary Player, son sede de campeonatos de fama mundial), seguro pasan al menos una tarde en The Valley of the Waves, zona de piletas y juegos de agua -entre ellos, un tobogán de 17 metros no apto para quienes sufren de vértigo- donde se destaca la playa de arena blanquísima y olas de dos metros. Mecánicas, claro.
Si con la tarde en el mar no alcanza, se puede recurrir a Waterworld, un gran lago artificial para practicar desde parasailing(ese invento bastante taquilleroen el que un paracaídas es remontado por una lancha) hasta la más modesta opción de flotar sobre neumáticos en el agua.
Y como en Sun City todo está contemplado, existe el plan B para los días de lluvia, que por suerte no son muchos. En el Welcome Centre, de hecho, se puede encontrar un poco de todo: patio de comidas, negocios de souvenirs, máquinas de slots, discotecas (incluso una para chicos de 12 a 17 años, el Club Chirp), cines con los últimos estrenos, guardería y hasta una sala de espectáculos con capacidad para 6000 personas.
El Welcome Centre es también el lugar para anotarse en las actividades que se ofrecen en el complejo y alrededores, tan variadas -e inagotables- como alimentar elefantes en la reserva de Letsatsing, hacer safaris en globo, practicar arco y flecha o animarse al Zipslide, una suerte de canopy de alta velocidad que al parecer es el más largo (2 km), el más alto (280 metros del suelo) y el más rápido (hasta 160 km por hora) del mundo. Para darse una idea, los precios de los programas varían de los 16 a los 300 dólares por persona (sí, el paseo en globo es el más caro).
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